
Si realizamos una práctica deportiva moderada, reforzamos nuestro sistema inmunológico, haciéndonos más resistentes a los procesos infecciosos.
Desde el principio de los tiempos sabemos que el hombre de la antigüedad ya practicaba entonces deporte y que su salud era mucho mejor frente aquellos que se mantenían inactivos y por tanto contraían mayor número de enfermedades.
Si trasladamos esto a día de hoy en el siglo XXI, los datos son preocupantes, especialmente en los países desarrollados, ya que vamos dejando a un lado el físico sustituyéndolo por las comodidades y los avances tecnológicos.
Como ya hemos explicado en otras entradas de nuestro blog, la práctica deportiva produce cambios en nuestro organismo de dos formas:
A corto plazo; mientras realizamos deporte y en las horas posteriores y a largo plazo a modo de adaptación. Pero nuestro sistema inmunológico (o defensas) también sufre cambios.
- Durante la práctica de ejercicio moderado: mientras practicamos deporte y en las horas posteriores, se produce una disminución de dichas defensas, pero más a largo plazo, éstas no sólo se recuperan, sino que se elevan por encima de los niveles iniciales.
- Durante la práctica deportiva de alta intensidad: también se produce una ligera disminución del sistema inmunológico. La diferencia (con el ejercicio moderado), es que, a medio plazo, también disminuyen aún más los parámetros defensivos.
Esto quiere decir que, tras un ejercicio físico intenso, tendremos un mayor riesgo de sufrir infecciones, fundamentalmente a nivel respiratorio y gastrointestinal ya que disminuyen nuestras defensas
Mientras que, si realizamos una práctica deportiva moderada, reforzamos nuestro sistema inmunológico, haciéndonos más resistentes a los procesos infecciosos. Si además lo repetimos periódicamente en el tiempo, los efectos serán más duraderos.
Pero según esto, ¿deberíamos hacer ejercicio mientras pasamos por una infección?
Lo más importante es que nos paremos a observar cómo está nuestro cuerpo y cómo reacciona ante el esfuerzo físico. Si nos encontramos mal, con dolores musculares, fiebre o síntomas de malestar general será mejor aplazar práctica deportiva hasta nuestra recuperación.
Si lo que tenemos es un resfriado leve, sería aconsejable la práctica de una actividad física moderada, pero en ningún caso un entrenamiento de alta intensidad.
Para los deportistas de alto nivel, es recomendable cambiar el entrenamiento intenso, por una sesión de ejercicio aeróbico suave, prestando especial atención a los estiramientos y a la respiración.
Como es lógico, nuestro rendimiento físico disminuye durante las infecciones, al no poder emplear un esfuerzo óptimo, ya que nuestra fuerza, resistencia, coordinación y concentración están deterioradas. Por lo que es muy importante extremar la precaución en la práctica ya que pueden producirse lesiones a nivel músculo-esquelético si nos exigimos demasiado.
En conclusión, podemos decir que un ejercicio físico moderado beneficia y fortalece al sistema inmune a cualquier edad.
En los jóvenes, no sólo por los múltiples beneficios que produce en el organismo, sino también porque evita problemas de obesidad, que tan peligrosamente se está extendiendo desde edades tempranas, y que, sin duda, afecta negativamente a todas las funciones del organismo, incluidas las del sistema inmune.
En las personas mayores porque son más vulnerables a infecciones, como realizar natación para adultos. Por tanto, el beneficio del deporte es evidente debido a su capacidad de fortalecer las defensas, en muchos casos gastadas y deterioradas por la edad.